Creemos que este comunicado es importante actual y nos une a todos y todas. Invitamos por lo tanto a firmarlo con entusiasmo.
Fraternalmente
Equipo de la Iglesia de a Pie
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Bogotá, 11 de octubre de 2014
Amigas y amigos:
Esta semana el pueblo mejicano ha salido a las calles indignado por la masacre de los normalistas campesinos de Azotzinapa (Estado de Guerrero) a manos de la policía de ese lugar. Allí funciona una pequeña Escuela Normal Campesina de tradición emancipadora a la que se le niega el derecho a seguir existiendo… Esta semana en el Vaticano se dio comienzo al Sínodo sobre Familia en el que el papa Francisco mide fuerzas con poderosos sectores fundamentalistas del catolicismo.
En uno y en otro lugar, lo que emerge como expresión de cambio y transformación, amenaza ser sofocado, perseguido y aniquilado. Es la suerte del profetismo en donde quiera que exprese su vigor contestatario, su imaginación creadora y su capacidad organizativa.
Justo en medio de estos dos significativos acontecimientos hemos decidido publicar nuestra proclama “¡Primavera Eclesial,ya!” elaborada entre el 27 y el 30 de agosto en el DEI (Departamento Ecuménico de Investigaciones), San José (Costa Rica). La publicamos hoy, 11 de octubre de 2014, en memoria del día de inauguración del Concilio Vaticano II (1962), a 52 años de haberse iniciado una *Primavera Eclesial* que hoy continuamos y resignificamos de manera multiforme…
Con un abrazo en este tiempo que puja por ser OTRO!
Fernando Torres M.
¡PRIMAVERA ECLESIAL YA!
Pedimos lo justo, soñamos lo imposible
Venimos de un largo caminar latinoamericano y caribeño, somos parte de un proceso de ricas experiencias eclesiales: traemos la herencia, la sabiduría de la caminata bíblica, de las Comunidades Eclesiales de Base, del compromiso socio-eclesial ecuménico y comunidades alternativas.
Nos ha convocado el sueño posible de la primavera eclesial nacida del espíritu reformador del Concilio Vaticano II y sobreviviente de un largo invierno eclesial. Nos sigue convocando las justas exigencias de una iglesia de los pobres que camine por los derroteros de: el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal opcional, la transformación del Estado Vaticano en red internacional de justicia, paz e integridad de la creación, la democratización laical a partir de asambleas eclesiales con protagonismo de mujeres y jóvenes y la transformación del Banco Vaticano (IOR) en banca social de los pobres para luchar contra la pobreza en el mundo; como puntos de partida para una renovación eclesial profunda y duradera.
Para alimentar este sueño compartido por muchas y muchos nos congregamos, los pasados días 28 al 30 de agosto en el Departamento Ecuménico de Investigaciones (San José, Costa Rica), teólogas y teólogos de diversas latitudes de nuestra América. A la luz de la memoria de nuestros mártires, hemos orado, compartido el pan y reflexionado arduamente sobre la realidad que viven nuestros pueblos y los retos que representa para nuestras comunidades de fe. Confirmamos nuestros compromisos y comprendimos que no será posible nuestra utopía si no unimos las manos y los corazones de tantos y tantas que también construyen el mismo sueño, en innumerables lugares que, como pequeñas luces, iluminan el caminar de los pueblos y con los pueblos.
Por ello al finalizar nuestro Encuentro de experiencias de primavera eclesial, dirigimos nuestra palabra a cada uno y a cada una:
- A toda persona constructora de un mundo donde quepan otros mundos.
- A toda persona constructora de experiencias eclesiales, liberadoras, de base, marginales y alternativas.
- A todas las personas y comunidades que los últimos 40 años han trabajado más allá de los márgenes institucionales eclesiales excluyentes.
- A toda persona luchadora y defensora de los derechos humanos, la dignidad y la justicia.
- A toda persona expectante y perpleja del momento actual de la iglesia católica.
Denunciamos que por nuestros compromisos, hemos experimentado el recrudecimiento de las instituciones eclesiales y que, desde nuestras opciones, vivimos la soledad, en un tiempo impreciso, de búsquedas, de preguntas, de incertidumbres, donde los lugares liberadores que encontramos para vivir nuestras convicciones fueron y siguen siendo la calle, los bordes, los límites de la iglesia y la sociedad.
Anunciamos que en estos lugares encontramos pueblos indígenas agraviados, mujeres violentadas y humilladas sistemáticamente en la sociedad y las iglesias, campesinos y afrodescendientes marginados y explotados, millones de niñas y niños que padecen hambre o migran solos por necesidad o supervivencia, jóvenes sin alternativas y expuestos a la violencia criminal y estructural, personas con capacidades diferenciadas, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexo (LGBTI) que sufren discriminación, comunidades enteras desplazadas, migrantes y refugiados en situación de extrema vulnerabilidad, toxicodependientes, gente en situación de calle… y muchos rostros más que viven en la exclusión. Con ellas y ellos construimos nuevos tejidos, aprendimos y aprendemos nuevas formas de ser comunidad.
Esta nueva manera de sentirnos iglesia es y ha sido una experiencia en contracorriente, en contextos adversos, de persecución, de incomprensión, que nos alejó de formas eclesiales institucionales pero posibilitó caminar por otros senderos y construir identidades eclesiales más libres, creativas, esperanzadoras, resistentes, dialogantes, no-patriarcales y articuladas con actores sociales no-religiosos de forma más participativa, horizontal, justa.
También hizo posible asumir las banderas de lucha de diferentes actores sociales y en contextos diversos y plurales, para construir espiritualidades más encarnadas, humanas, no exclusivamente confesionales, ecuménicas y abiertas a diversas sensibilidades y subjetividades. Al grado de construir modelos, estilos, maneras eclesiales más sencillas y humildes, sin perder la perspectiva de los pobres, la profundidad compasiva, ni la crítica profética. Reivindicando el papel de las mujeres tan fundamental como invisibilizado en nuestras comunidades eclesiales. Apostando por lo pequeño sin perder la utopía, sin un nombre pero con muchos nombres, que nos lleva a proclamar que:
- Mantenemos la esperanza al mirar que hemos entrado ya en un tiempo de primavera; aunque sabemos que el invierno eclesial y social no ha sido superado en su totalidad.
- Tomamos conciencia del crimen organizado en los rostros del armamentismo, narcotráfico, trata y tráfico de personas, violencia criminal y de estado, represión y muerte a migrantes; consecuencia de un sistema neoliberal que por primera vez un papa, Francisco, ha condenado como la raíz de todos los males, como una economía de la exclusión y de la
iniquidad, que mata y genera una dictadura sin rostros (Evangelii Gaudium).
iniquidad, que mata y genera una dictadura sin rostros (Evangelii Gaudium).
- Denunciamos que ese modelo está dañando gravemente a la madre tierra y la hermana agua, nuestra pachamama, agotando la vida que nos da por el abuso de sus ríos y lagos, bosques, selvas y montañas, destruyendo ecosistemas completos y poniendo en riesgo la sustentabilidad del planeta entero.
- En tal contexto escribimos el Evangelio con alegría, afuera, en la calle y en la tierra.
- Hemos encendido muchas luces en el tiempo de las tinieblas ahora es tiempo de encender luces en espacios todavía oscuros y confusos.
- Hemos aprendido a vivir la fe a partir de preguntas y búsquedas más allá de dogmas y convicciones que dábamos por definitivas.
- Lo que construimos sobre roca sobrevivió a las tormentas, y las flores sin defensa encontraron suelo firme donde volvieron a florecer.
- La lectura popular de la biblia abrió caminos para escuchar a Dios en la nueva historia de la humanidad y de la madre tierra.
Hemos abierto muchas puertas pero urge abrir muchas más. Deseamos mantener viva la memoria de nuestras resistencias, las de nuestros pueblos que desde su fe se organizan en la calle, la periferia.
Para cuidarnos y fortalecernos convocamos a todas y todos a:
1. Construir una agenda latinoamericana de la primavera eclesial que articule, describa, aproxime nuestros sueños, a partir de preguntas como: ¿por dónde caminaría? ¿cuáles serían esos nuevos derroteros de la utopía?
2. Articular nuestras luchas, a través de la puesta en común de nuestros sueños, donde nos reconozcamos unos a otros, unas a otras y, siguiendo el símbolo del caracol zapatista, vayamos haciendo camino y siendo fuerza centrífuga que sale del corazón hacia la transformación del mundo. ¿Cómo podríamos lograr esto?
3. Dar un primer paso sumando nuestras firmas a esta proclama donde hacemos manifiesto nuestro deseo de fortalecer una espiritualidad liberadora en todos los rincones de nuestro continente latinoamericano y caribeño, y del mundo entero.
Alimentamos una convicción profunda de que sumaremos muchos nombres, rostros, resistencias y colocamos para empezar las nuestras:
11 de octubre de 2014, a 52 años de la inauguración del Concilio Vaticano II, inicio de la Primavera Eclesial
Firmantes:
1. Silvia Regina de Lima Silva, Departamento Ecuménico de Investigaciones
(San José, Costa Rica)
(San José, Costa Rica)
2. Viki Falcón, Casa Cultural Tejiendo Sororidades (Cali, Colombia)
3. Gabriela Juárez Palacios, Observatorio Eclesial (México, D.F.)
4. Fernando Torres Millán, Kairós Educativo (Bogotá, Colombia)
5. José Gpe. Sánchez Suárez, Observatorio Eclesial (México, D.F.)
6. Armando Márquez Ochoa, Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina – SICSAL
7. Pablo Richard Guzmán, Departamento Ecuménico de Investigaciones (San José, Costa Rica)
8. Carmiña Navia Velasco, Casa Cultural Tejiendo Sororidades (Cali, Colombia)
9. Sandra Nancy Mansilla, Comunidad Teológica Rajab (Buenos Aires, Argentina)
10. Enrique Orellana F, MovimientoTambién Somos Iglesia – Chile
Correo para sumar firmas a la proclama y enviar propuestas para una agenda eclesial latinoamericana: primaveraeclesial@gmail.com