Pedro Pierre
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Al cambiar de continente, cambia también la noción de pobreza. En Ecuador, son reconocidos pobres las y los que reciben un salario inferior a los 300 dólares por mes. En Europa las cuentas son muy distintas. Por ejemplo, en Francia, se reconoce que 14% de la población es pobre porque vive con menos de 1.000 dólares al mes: eso representa casi 9 millones de personas. Entre estas hay unos 5 millones de desempleados, o sea, 12% que reciben una ayuda del Estado. En Francia, el salario mínimo mensual es superior a 1.600 dólares. En España, el desempleo llega a 25%, o sea que una de cuatro personas está desempleada; entre los jóvenes de menos de 25 años ¡el 50% está desempleado!
Curiosamente, en Europa la prioridad de los gobiernos no es el desempleo, sino los bancos que reciben centenares de millones de dólares sin discontinuar. A pesar de la crisis provocada por este apoyo casi incondicional a los bancos, Europa y Estados Unidos mantienen un nivel de vida superior a lo que producen y venden: es decir viven muy por encima de sus medios. ¿Quiénes pagan la diferencia? Principalmente los países de África y América Latina, por el comercio injusto, los intereses de los préstamos, los tratados de libre comercio. Por estas razones sigue el despojo de estos países por las antiguas colonias europeas. Mientras no se ponga en marcha un sistema de solidaridad en la misma Europa y entre Europa y África, principalmente, el problema seguirá empeorando.
Pero poco se puede esperar de los países del norte, a pesar de numerosos grupos que trabajan para que las relaciones internacionales cambien, comenzando por sus propios países: muchas instituciones fomentan la toma de conciencia de la realidad y la solidaridad efectiva. Positivamente, también las reuniones internacionales dan una atención particular a las propuestas del Bien Vivir de los pueblos indígenas latinoamericanos. Se trata de un mayor respeto a la naturaleza y un modo de vivir en armonía con ella y en solidaridad entre regiones y países latinoamericanos. Todavía queda mucho por hacer: el consumismo y el individualismo son los grandes impedimentos que nos hacen gastar muchas cosas que no son necesarias y nos hacen olvidar el resto.
Los cristianos estamos lejos de vivir lo que nos proponen como modelo las primeras comunidades cristianas. "Todo lo tenían en común… No había entre ellos ningún necesitado". Por eso tal vez estamos, los cristianos cómodos e individualistas, poco creíbles para los jóvenes y las nuevas generaciones.