Hace más de quince años publiqué en el Jornal do Brasil, que hoy existe online, un artículo con el título “Rejuvenecer como águilas”.
Releyendo aquellas reflexiones me di cuenta de lo actuales y adecuadas
que son todavía para los malos tiempos que vivimos y sufrimos. Las
retomo hoy para alimentar nuestra esperanza debilitada por las amenazas
que pesan sobre la Tierra y la Humanidad. Si no nos agarramos a alguna
esperanza, perdemos el horizonte de futuro y corremos el riesgo de
entregarnos al desamparo inmovilizador o a la resignación estéril.
En este contexto recordé un mito de la antigua cultura mediterránea sobre el rejuvenecimiento de las águilas.
De tiempo en tiempo, reza el mito, el águila, como el
ave fénix egipcia, se renueva totalmente. Vuela cada vez más alto hasta
llegar cerca de sol. Entonces las plumas se encienden y empieza arder.
Cuando llega a este punto, se precipita desde el cielo y se lanza a las
frías aguas del lago. Y el fuego se apaga. A través de esta experiencia
de fuego y de agua, la vieja águila rejuvenece totalmente: vuelve a
tener plumas nuevas, garras afiladas, ojos penetrantes y el vigor de la
juventud. Este mito seguramente es el sustrato cultural del salmo 103
cuando dice: “El Señor hace que mi juventud se renueve como un águila”.
Y aquí tenemos que revisitar a C.G. Jung que entendía
mucho de mitos y de su sentido existencial. Según su interpretación,
fuego y agua son opuestos que cuando se unen se vuelven poderosos
símbolos de transformación.
El fuego simboliza el cielo, la conciencia y las
dimensiones masculinas en el hombre y en la mujer. El agua, por el
contrario, simboliza la tierra, el inconsciente y las dimensiones
femeninas en el hombre y en la mujer.
Pasar por el fuego y por el agua significa, por lo
tanto, integrar en sí los opuestos y crecer en identidad personal. Nadie
que pasa por el fuego y por el agua permanece igual. O sucumbe o se
transfigura, porque el agua lava y el fuego purifica.
El agua también nos hace pensar en las grandes
crecidas como las que sufrimos en el año 2010 en las ciudades serranas
del Estado de Río. Con su fuerza arrastraron todo, especialmente lo que
no tenía consistencia y solidez. Son los infortunios de la vida.
Y el fuego nos hace imaginar el crisol o los altos
hornos que queman y acrisolan todo lo que es ganga y no es esencial. Son
las conocidas crisis existenciales. Al hacer esta travesía por la “noche oscura y terrible”,
como dicen los maestros espirituales, dejamos aflorar nuestro yo
profundo sin las ilusiones del ego. Entonces maduramos para lo
auténticamente humano y verdadero que hay en nosotros. Quien recibe el
bautismo de fuego y de agua rejuvenece como el águila del mito antiguo.
Pero haciendo abstracción de las metáforas, ¿qué
significa concretamente rejuvenecer como un águila? Significa entregar a
la muerte todo lo viejo que existe en nosotros para que lo nuevo pueda
irrumpir y hacer su camino. Lo viejo en nosotros son los hábitos y las
actitudes que no nos engrandecen: querer tener siempre la razón y la
ventaja en todo, el descuido con uno mismo, con la casa, con nuestro
lenguaje, la falta de respeto con la naturaleza, así como la falta de
solidaridad con los necesitados, próximos y distantes. Todo esto debe
morir para que podamos inaugurar una forma de convivencia con los otros
que se muestre generosa y cuidadosa con nuestra Casa Común y con el
destino de las personas. En una palabra, significa morir y resucitar.
Rejuvenecer como un águila significa también
desprenderse de cosas que fueron buenas y de ideas que en su día fueron
luminosas pero que lentamente, con el paso de los años, han sido
superadas y son incapaces de inspirar un camino hacia el futuro. La
crisis actual perdura y se profundiza porque los que controlan el poder
tienen conceptos envejecidos, incapaces de dar respuestas nuevas.
Rejuvenecer como un águila significa tener coraje
para volver a empezar y estar siempre abierto a escuchar, a aprender y a
revisar. ¿No es esto lo que nos proponemos cada vez que empezamos un
nuevo año?
Que el año 2013 que estamos inaugurando sea la
oportunidad de preguntarnos cuanto de gallina que solo quiere andar
escarbando en el suelo existe en nosotros y cuanto de águila hay todavía
en nosotros, dispuesta a rejuvenecer, al confrontarse valientemente con
los tropiezos y las crisis de la vida, y a buscar un nuevo paradigma de
convivencia.
Y no podemos olvidar aquella Energía poderosa y
amorosa que siempre nos acompaña y que mueve todo el universo. Ella nos
habita, nos anima y confiere un sentido permanente al vivir y al luchar.
¡Que el Spiritus Creator no nos falte nunca!
Leonardo Boff